Una de las cosas que más nos gusta de conocer sitios hamburgueseros nuevos es eso de caminar por las calles de una ciudad y descubrir ese garito que se te escapó en redes la primera vez. Porque sí, estar sentado en casa y mirar el móvil en busca de garitos está bien, pero las sensaciones que te transmite un lugar cuando pasas por su puerta, conocer la zona, etc., no tiene precio.
Así conocimos Boogie por primera vez. Nos sorprendió lo pequeño y humilde de su propuesta a simple vista, ocupando el espacio de un viejo conocido: Home burger. Después, cotilleando bien, descubrimos que uno de sus socios es nada más y nada menos que Carlos Sainz, hijo, siguiendo la tendencia de jóvenes deportistas que deciden invertir en hostelería sus ganancias. Pero más allá de la curiosidad, nos llama la atención el tono desenfadado y casi macarra que llevan tanto en Redes sociales como en la cartelería del local. Y eso, sumado al concepto que conlleva cocinar cualquier smash burger, nos encantó.
Y os podemos asegurar que el ambiente y el rollito continúan una vez cruzamos sus puertas. Una gran barra con la carta nos dan la bienvenida, para descubrir, tras ellas, un espacio con mesas bajas y altas donde acoplarnos para zampar; como os decimos, todo es bastante informal. Para realizar el pedido, tenemos que estar en la entrada, como si de un lugar de comida rápida se tratase y luego sólo nos queda sentarnos y esperar a que lleguen las viandas.
Como observáis aquí encima, tenemos unas hamburguesacas, incluido un patty melt que nos morimos por probar en otra ocasión y varios complementos. En cuanto a precios, bien, sin pasarse y con algunas ofertas, como la hamburguesa del día, en modo menú, que incluye patatas fritas y bebida, que siempre viene bien si no queremos sentir que se nos va la pasta en exceso.
En esta ocasión, la burger diaria era la Oklahoma (11.9 €), así que la ocasión fue perfecta para probar el estilo en la cocina de esta mítica variante, consistente en aplastar la carne en la plancha junto con cebolla curda, para, así, conseguir su cocinado junto con los jugos de la carnaza.
La presentación de lo que nos llega a la mesa no puede ser más consecuente con el estilo del restaurante. Recibimos, en una bandeja, una bola de papel de aluminio, en cuyo interior va nuestra amada hamburguesa, consiguiendo que se acabe de rematar su cocinado, ademas de fundirse todos los sabores. Además, tenemos una ración aceptable de patatas fritas y una tarrina de salsa. Nada mal.
Al abrir el envoltorio, descubrimos un pan chafado, pero consistente, que abraza dos discos de carne bien aplastada y cocinada con su cebollita, consiguiendo una jugosidad extra. Además, bien de salsa, lo que conlleva a una buena lubricación en boca.
Una burger sencilla, pero efectiva, en la que se puede apreciar la potencia del sabor de la carne, el toque de la cebolla sin exceso y esa salsa suave que aporta textura. Un conjunto bien equilibrado, rico, jugoso y básico, de los que nos gustan para comprobar si las cosas se hacen bien.
No os dejéis llevar por el aspecto del pan; vale que está un poco "feo", pero acompaña a la perfección, sin invadir con mucho dulzor y con un diámetro ajustado al resto de los ingredientes.
Las patatas fritas, como os decimos, se presentan en buena cantidad y acompañadas de una salsita muy rica. Caseras y suficientemente buenas como para ser devoradas sin nada más.
En definitiva, Boogie nos ha sorprendido para bien, tanto por su sencillez como por su coherencia de concepto. La Oklahoma está muy bien ejecutada, con potencia suficiente como para ser disfrutada, aunque no sea una opcion que nos vuelva locos. Estamos deseando probar el resto de opciones de su carta para ampliar la review y poder compartirla con todos vosotros, porque realmente tienen muy buena pinta.
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