¡Lo ha vuelto a hacer! Álvaro, el creador de Burnout, sabe cómo contentar a los hamburgueseros más estrictos y se ha decidido a abrir un concepto que, ahora sí, reúne todos los elementos para ser un pelotazo. Pero pongámonos en situación: año 2015. Primera época dorada de la hamburguesa en Madrid. Un abogado decide abrir un pequeño local en el centro de la capital, lleno de ilusión y exigencia. Y es que Álvaro se caracteriza por estudiar al detalle todo lo que puede hacer de una burger algo perfecto. Desde el primer momento, esa carne, ese pan (con el que ya no cuenta, por desgracia) y esos ingredientes, conseguía enamorar a propios y extraños. Luego llegó su segunda sucursal y llega hasta hoy con una tercera ubicación, donde coquetea con las smash burgers, culpables de hacer que vivamos una segunda edad de oro hamburguesera. Así, pasito a pasito, ha logrado situarse en los primeros puestos de las preferencias de propios y extraños. Pues ahora se reinventa, manteniendo las claves de su éxito, con un puesto a medio camino entre un food truck y y tienda ambulante de feria. En su interior, todo lo que nos hace felices: hamburguesas bien aplastadas, refrescos, cervezas, las patatas fritas que nos enloquecen y poco más (de momento).
Como decimos, la carta sigue la coherencia de este tipo de conceptos, que nos encantan, con unos nachos, tres hamburguesas, una opción vegetariana y una de pollo. Complementado por un buen puñado de bebidas. No hay más misterio. Si la smash burger es conjunción de la simplicidad callejera, el lugar donde se vende debería seguir ese camino y aquí lo sigue a rajatabla. Y encima, los precios, a pesar de la subida global que vivimos, están bastante contenidos, lo cual se agradece y más si tenemos en cuenta la extraordinaria calidad que aquí se nos ofrece.
Pero vamos al lío con la primera hamburguesa que cayó en nuestras fauces. Señores y señoras, la bacon cheeseburger. Sencilla y directa como un gancho a la mandíbula. Bien envuelta, para que se junten los sabores. Al eliminar el papel que la recubre, descubrimos esa maravilla que es el potato roll de Martin's. Sin duda, el mejor panecillo que una smash puede tener. Con su color característico y sus arruguitas, abraza dos patties de esa maravilla de carne que sólo Burnout puede ofrecernos, con una costra perfecta, que marca, pero conserva jugos en su interior. Todo recubierto de un queso que es pura magia y un bacon crujiente que nos hizo llorar de alegría.
Y es que, si siempre decimos que la carnaza tiene que ser la protagonista de toda hamburguesa, aquí va un paso más allá, ya que nos regalan el mismo blend que podemos encontrar en sus locales clásicos, pero aquí aumenta todo su poder con un prensado maestro y una ligereza en la mordida brutal. Todo el sabor está presenta y se potencia al mezclarse con el resto de ingredientes, para acabar fundiéndose con ese pan que es gloria bendita.
Por otro lado tenemos la It, la primera smash con la que se atrevieron en Burnout y que se vende en todos sus locales. Con lechuga, tomate y pepinillos, es una versión clásica de la hamburgeusa más mítica.
Aquí todo ocurre de forma casual, pero el sabor que nos invade es increíble. A pesar de contar con más ingredientes, el saborazo de la carne es incluso más patente que en la anterior y su jugosidad aquí aumenta gracias a la lubricación de la salsa de la casa. No hay más que añadir, estamos ante una tormenta perfecta entre dos panes tostados.
En definitiva, este nuevo concepto nos ha enamorado. Y es que Burnout aquí explota la magia callejera que debe tener una smash burger y lo eleva con la calidad que nos ofrece. Todo con muy buenos precios, lo cual hace casi indispensable una peregrinación hasta Laravaca, donde se ubica y dar rienda suelta a nuestro hamburguesismo. De verdad, no os perdáis este nuevo local y aprovechad su secretismo, ya que no os lo va a chivar ningún influencer de pacotilla, debido a que en Burnout siguen una estricta política de, textualmente "no negociar con terroristas este tipo de seres de internet", por lo que, si escucháis de ellos, es por méritos propios.
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