En estos tiempos, en los que la velocidad impera, parece que hay mucha prisa por descubrir el último sitio hamburguesero que ha abierto en nuestra ciudad. Pero, a veces, es mejor darle tiempo a una empresa para que se asiente y se equiparen las ganas de hacer bien las cosas, ademas de ganar posicionamiento en este competitivo mundo de la carne aplastada.
Y uno de esos garitos es Manteca, que ha conseguido hacer muchísimo ruido en el mundo burger, primero como cocina ciega y después con la apertura de su propio local, situado en pleno barrio de Salamanca, concretamente, en la ubicación original de Gobu, uno de nuestros slocales de referencia. Con una disposicion totalmente diferente, aquí llegas y pides en un pequeño, que parece, más bien, el puesto de esa persona que te recibe para asignarte una mesa en un restaurante. Tras realizar la comanda, observando las opciones en un monitor que tambien está a la entrada, nos disponemos a sentarnos, avisador en mano, en una de las mesas del espacioso salón, con aires industriales, que nos da la bienvenida.
La oferta de Manteca incluye un buen puñado de hamburguesas, acompañadas de patatas fritas y otros cuantos sides a elegir. Además, nos ofrecen un menú por 15.49 € en el que podemos incluir tequeños o alitas y la bebida. Nada mal, teniendo en cuenta que los precios te todos los elementos por separado son un poco elevados, así que esta opcion es la más equilibrada si queremos, ademas, probar sus burgers más básicas, como nos gusta hacer cuando visitamos un lugar por primera vez.
Tras un ratito, no muy largo, nos llega nuestra bolsa, al más puro estilo Five guys, con nuestras viandas en el interior: una cajita con hamburguesa y patatas, más un sobre con las alitas.
La verdad es que la imagen y el concepto ya nos empezó a ganar cuando entramos, pero este rollito callejero nos conquista cada vez que lo vemos. Mientras la magia se cuece en la caja, empezamos por el entrante: las alitas de pollo, presentadas de manera muy informal, con cuatro unidades y muy bien cocinadas. Sazonadas a las mil maravillas para darle un saborazo en cada bocado, lo único que echamos de menos es que venga más cantidad, porque estaban realmente ricas y jugosas.
¡Y llegamos a lo bueno! Como os hemos dicho, dejamos que el calor del cocinado juntase los aromas de nuestra hamburguesa American o lo que es lo mismo, una reinterpretación del Big Mac de toda la vida,. Con lechuga, tomate, salsa mil islas y dos discos estilo California, delgados, pero sin llegar a ser smash (¡al fin!) muy bien cocinados, con ese caramelízado que nos encanta y haciendo gala de una gran simetría con el conjunto. Sobre ellos, un queso cheddar (recordemos que el queso americano no se puede vender ni consumir legalmente en España), maravillosamente fundido.
Abrir este cofre y encontrarse esa bola de papel de aluminio haciendo la magia y que, al abrirlo, descubramos lo que deberían de incluir todas las hamburguesas en su versión delgada y/o smash: el pan Martin's, es gozarlo ya desde los ojos. Suave, esponjoso y no invasivo con los sabores, hace que la experiencia hamburguesera sea totalmente diferente. Cede totalmente el protagonismo a la carnaza, jugosa, que se mezcla con la verdura y la salsa para conseguir un bocado que nos lleva a nuestros años de juventud, cuando zamparnos una hamburguesa era factible, casi en exclusiva, de las franquicias.
Cada bocado, jugoso y esponjoso, hace que demos otro y otro, hasta que, tristemente, se acabe nuestra elección y nos planteemos pedir otra. Estamos ante una hamburguesa equilibrada, tanto a la vista, como al gusto, con esa cremosidad del queso y la salsita, que hacen que se funda todo en boca hasta lograr el éxtasis.
Muy buena cocinado, que nos ofrece un buen caramelízado, dejando sitio, tambien, a que la carne nos regale un gusto de calidad. Este formato de carnaza puede ser nuestro favorito, ya que no es pesada como las "gourmet", ni tampoco se queda seca como la mayoría de las smash más canónicas,
Y por si fuera poco, nos queda acabar con todas las patatas fritas que acompañan. Eso sí, congeladas, lo que es una lástima, porque, de no haber sido así, la experiencia habría sido (casi) perfecta. Pero bueno, siempre pudimos remojarlas en una de las salsas que te ofrecen al realizar el pedido y oye, están lo suficientemente bien como para terminar una buena conversación en torno a un buen menú.
En definitiva, sí, hemos tardado mucho en visitar Manteca y lamentamos no habernos enamorado antes de esta maravilla de hamburguesas, pero la espera ha merecido la pena, porque todo está en su sitio y zamparse una hamburguesaca que sale de sus cocinas es un placer absoluto. Merece la pena, en esta ocasión, pagar un poco más por una opcion con garantías y que deja satisfechos a propios y extraños. Sin duda alguna, su fama es más que merecida y esperamos que mantengan el nivel por muchos años.
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