A veces pensamos que la hamburguesa es sólo un plato informal y que el precio es lo único que importa cuando evaluamos los factores para degustarla. Si, hay muchos sitios que ofrecen carne emparedada barata, con todo lo que conlleva, pero hay otros conceptos que la incluyen entre sus opciones, mucho más cuidadas, donde el ambiente y el servicio son aspectos tan cuidados como lo que vamos a comer. Este es el caso de Popa, un nuevo restaurante en el que, ya desde que cruzamos la puerta, nos vamos a sentir especiales. El equipo que nos recibe y atiende no puede ser más elegante y el espacio, con líneas modernas, nos reconforta para conseguir que degustemos sus platos de la mejor manera posible.
Al ojear la carta confirmamos que no estamos en un local más. Deslizando nuestra mirada vemos composiciones especiales, en las que la materia prima domina unas creaciones con nombres sugerentes y donde nuestra amada hamburguesa tiene un lugar especial. Los precios nos pueden resultar elevados, pero tenemos que ser conscientes que aquí no sólo vamos a cubrir nuestras necesidades alimenticias, vamos a disfrutar, en todos los sentidos.
Con estas premisas, sin entrantes ni nada, nos lanzamos a por nuestras queridas burgers (16 €). Estamos ante una carnaza de buen tamaño, aunque, a juzgar por el diámetro del pan, le pediríamos un poquito más de volumen. Perfectamente imperfecta en su colocación, descansa sobre una cama de queso parmesano crujiente y es arropada por un bacon maravilloso y cebolla morada pochada, que le dan al conjunto una profundidad de sabor estupenda. Además, se acompaña con un cuenquito de salsa kimchi, ideal para mezclar y hacer que el bocado gane muchos puntos extra.
La carne, cocinada en plancha, está repleta de sabor y es muy jugosa, a pesar de que encontramos el picado algo excesivo. Muy bien cocinada al punto y sin ningún condimento que nos pueda distraer. Aquí se disfruta del sabor a carne y el resto de ingredientes juegan más a acompañar que a protagonizar.
Ocurre lo mismo con el pan, de tipo brioche, crujiente y sabroso, que no distrae, pero aporta una presencia espectacular, además de aguantar en todo momento sin desmoronarse.
No podían faltas las patatas fritas, muy bien confitadas, cortadas en gajos, que se dejan comer solas o remojadas, ligeramente, en ese kimchi que puede sobrar después de bañar la hamburguesa. Buena ración para complementar perfectamente.
Con este buen sabor de boca, nos animamos a pedir un postre que nos llamó la atención desde el primer momento. El esponjoso de brioche a la plancha (7 €) resulta ser una especie de torrija que ha querido emular a la crema catalana, con una textura maravillosa y un sabor a tostado único. Acompañada por un helado de vainilla súper cremoso y un crumble que deseamos no se acabase nunca. Postre sorprendente, que puede llegar a justificar una visita por sí mismo.
Aunque los precios de Popa os puedan resultar demasiado elevados, hay que tener en cuenta que no estamos en un restaurante más. Aquí los detalles se cuidan y el ambiente nos hace sentir tan especiales, que es más que adecuado para una cita o una velada excepcional. Podemos invitar a nuestros enamorados a una hamburguesa sin pecar de cutres o dejarnos llevar por una carta que merece mucho la pena. En definitiva, todo un descubrimiento este local en el que nos van a mimar y vamos a disfrutar de principio a fin.
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