Con la hamburguesa petándolo allá donde miramos, poco margen le queda a la originalidad, más allá de mezclar ingredientes inverosímiles o hacer propuestas a través de influencers, a cada cual más loca; dicho sea de paso, ambas opciones nos parecen igual de lamentables. Así que sólo queda la experiencia, tal cual, la forma en la que te comes una burger ahora es el elemento distintivo y ahí es donde Secret Spot apuesta todas sus fichas. Con el surf corriendo por las venas de Dani, su dueño, este garito playero no podría ofrecernos un entorno mejor: el de un chiringito dentro de un local. Con mesas y sillas alrededor de una barra, con señales para ir a las playas más famosas del mundo. Todo aquí respira olas y paz.
Deslumbrados por la puesta en escena, nos disponemos a hojear una carta sencilla, corta y directa, sin muchas opciones que nos distraigan. Unos pocos entrantes, un puñado de hamburguesas y sendos postres. Diseño de propuestas clásico, pero con el toque del autor. Además, de precios anda muy, muy bien y para nada se suben a la parra.
Así que empezamos con unos Súper nachos (10 €) que se presentan en un bowl enorme, en el que descansan los totopos más caseros que hemos visto en los últimos tiempos. Tortillas fritas y cortadas en triángulos, con una textura casi de galleta y riquísimos, a los que acompaña un guacamole muy fino, un pico de gallo exquisito, pulled pork maravilloso, aceitunas negras (no sabemos el motivo) y rajas de jalapeño, como principales atractivos. Todo en su justa medida, nos proponen acabar con ellas hasta que no podamos más.
Como las alitas tienen un gran protagonismo en la carta, no pudimos evitar pedirlas todas, en un mismo plato. Están las clásicas, con un rebozado de estilo Louisiana súper crujiente y brutal, las barbacoa, con un toque dulce, las Buffalo, un poquito picantes y las Parmesano, bien embadurnadas de este queso rallado. En general se salen, pero si entramos al detalle, nos parece que las salsas bañan poco estas maravillas y las de queso, se quedan un poco apelmazadas (de hecho, fueron las que menos nos gustaron). Si no fuera por este detalle, sería muy complicado elegir sólo un tipo.
Sí, ahora tocan las hamburguesas, empezando con la Rib Curl (13.5 €), una combinación de carne de ternera y costillas deshuesadas, con queso Cheddar, salsa barbacoa, pepinillos y salsa especial. Una auténtica barbaridad a la vista, con una carne imperfecta en su moldeado, detalle que nos encanta y con todos los ingredientes bien cohesionados y abrazados por un pan de brioche fresco y tierno, aunque poco tostado para lo que nos gusta.
Lo mejor, sin duda, son las costillas, jugosas y en su punto. Pero por otro lado, la carne nos deja un poco fríos, ya que se trata de un disco de 180 gramos de ternera blanca, lo cual siempre resta sabor a la mordida, consiguiendo un gusto general soso, más allá de la potencia que puedan aportar el resto de los ingredientes, que son los que salvan el resultado global.
Eso sí, el picado nos encantó, ni muy grueso ni muy fino, consiguiendo la jugosidad que nos gusta, aunque el punto de la carne fuera un poco más alto de lo deseado, resultando un tono cocido en su interior.
El siguiente monstruo en caer fue la Big Secret (14.5 €), con doble de carne, queso Cheddar muy bien fundido, bacon y dos salsas. Con los mismos defectos y virtudes de la anterior, nos quedamos con la sensación de que estábamos ante una gran hamburguesa que no explotaba todo su potencial, a pesar de su increíble aspecto.
¿Una más? Pues que sean dos. La Trufembert (11.5 €), con el queso Camembert y la trufa como ingredientes principales, que no acaban de llamar la atención, lo cual es bueno, pero que dejan al descubierto los mismos males: la carencia de sabor total.
Y por cambiar, vamos con La de pollo (10 €), con un filete de pechuga bien rebozado, queso sin fundir, salsas y lechuga. Esta vez, encontramos unos sabores un poco más equilibrados, con el crujiente del rebozado como arma secreta, pero con un pollo que se queda seco y acaba resultando muy difícil de comer.
Sí, después de todo esto, todavía nos quedaba sitio para el postre. Concretamente, cayeron en nuestras fauces la tarta de Oreo (4.5 €), con una textura muy, muy fina y esponjosa y con el sabor justo como para gustarnos sin empalagar. Y también un par de porciones de brownie (4.5 €), clásico, rico, pero que no nos volvió locos.
En definitiva, en Secret Spot tenemos la experiencia y el buen hacer en cocina del toque casero y artesanal, que se queda diluido por unas creaciones a las que les falta ese atrevimiento que, sin duda, tienen sus responsables. Con un poquito más de punch este garitazo puede llegar muy lejos. Pero bueno, tiempo al tiempo, ya que llevan poquito tiempo abiertos y les queda un largo camino por recorrer.
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